CUENTOS QUE NO SON TAN CUENTOS

 

Vivir no es lo mismo que no morir 
Con su vestido floreado y la mano en el ombligo, subía muy noche sobre el empedrado asegurando el ritmo para no caer una vez más. Alrededor cantaban los grillos tan fuertes que la enloquecían, resbaló. Despertó sofocada en una cama de hospital en Caranavi, desesperada, con la barriga moviéndose, supo que era el día. ¡Casa llena! Se oía al final del pasillo, era la voz de su padre. Ellos eran de climas distintos, una del cálido aroma del café y el otro del rojizo paisaje de la quinua en Kerani, Peñas. De abajo hacia arriba no importaba de donde venían ellos, importaba sobrevivir. Estar aquí es la prueba de nuestra existencia, se tiene que respirar y albergar en el pecho las ansias de ver más allá, quedarse parece tener un precio. El suyo sería cumplir la suerte de la gracia de la Pacha, era luna creciente y la ceremonia para su llegada dijo que la ofrenda de semillas de quinua, floreció muy rápido y que dio tanto color que, era seguro que la niña no iba a morir.

Arena roja 
Dicen que el primer paso y el último son los más importantes de nuestra vida, a los dos años ella, la Ruda Yauli no podía caminar, sus padres buscaron a una mujer que en el pueblo se decía que “curaba eso”, después de tanto preguntar la encontraron. Calentó sus pies frotándolos, la enterró en la arena, mientras el humo rojo se expandía todo olía a incienso, lloraban las ranas, también la niña. Y; ella dijo muchos años después: “no recuerdo la hora, pero; si las imágenes, una niña pelirroja quedándose ahí dentro, la mujer cantando y yo mirando desde arriba, ese abandono en ritual”. ¡No es posible que lo recuerdes! dijo su madre, sin embargo, también le confirmó que una niña había enfermado y muerto en ese lugar, no sabía quién era, pero todos hablaban de ella en la playa del Puerto Busch.



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